El Vagabundo de Plutón

Quisiera empezar con una Feliz Navidad, aunque un poco tarde. Este mes de Diciembre ha sido uno de los más difíciles para mí, en cierto sentido no sé a quién carajos le escribo esto la cuestión es que muchas cosas han pasado y aparte de eso, también me han sucedido cosas buenas, así que no sé en qué, de igual forma, está pensando el Universo o aquella suprema fuerza que controla el futuro de un hombre. La verdad espero que mis problemas nunca lleguen a estar en un poema, en un cuento y demás, porque escribo para hacer sentir a las personas en otro mundo, uno al que no pertenecemos. 

Hoy les traigo un cuento, más que eso, es un escrito que hice como trabajo de autoconocimiento y estaba destinado para una materia en la universidad. La cuestión es que le debo mucho a esa profesora, y espero volver a encontrarla y que simplemente sea para que ella hable de nuevo conmigo, como lo hacía en el salón de clases, y que esa conversación lleve a algo mucho más que un simple consejo estudiantil. 

Estaba considerando darle a este escrito el título de entrada como Cuento Número Uno, pero no lo haré. Simplemente por el respeto que un par de personas se merecen. También debo darle las gracias a mis amigos en la universidad, por convertir algo como esto en algo bello, y todo gracias a sus palabras de ánimo. Espero lo disfruten. 

 Había una vez un vagabundo espacial que sentía últimamente la necesidad de suicidarse. Vivía en una realidad tan hostil, que se sentía así mismo como un viajero del tiempo. Se llamaba Teodoro. Un nombre completamente extraño en ahora un Sistema Solar dominado por seres humanos post-futuristas. Ahora las personas tenían nombres alienígenas o de esos que suenan asiáticos. Diablos, ahora hay miles de millones de asiáticos en el Sistema Solar. Teodoro daría su vida a cambio de que dejen de existir, y lo piensa cada vez que ve a un asiático. Tal vez si fuera al psicólogo, éste le diría que su tendencia suicida se debe a una sobre-exposición a comida china espacial. Doble diablos. 

Teodoro no tenía razones para no existir. Tenía todo lo que un vagabundo espacial puede pedir: Trabajo, licor y viajes gratis. Además, hay que acotar a esta historia, que un 'vagabundo espacial', son aquellos pequeños mercantes espaciales que realizan su trabajo en solitario, que no tienen ningún tipo de tripulación y que por esta razón son llamados vagabundos espaciales. 

Él no vivía mal, pero tampoco tenía nada bueno. Era como la creme du la creme de los vagabundos espaciales. Vivía en Plutón, ahora convertido en una mina espacial para mantener las colonias post-capitalistas de Marte, las post-comunistas de Venus y las post-pop del planeta Tierra. Quién lo diría, Venus y Marte enfrentándose entre ideologías centenarias y en el medio vive una sociedad a base de tecnologías basadas en la música pop. Hay que ver que las cosas cambiaron mucho desde el 2068 (Calendario de la Tierra). 

A Teodoro nada de esto le preocupa, sólo le preocupa su novia, Caterina. 

Caterina es el amor de su vida, un poco más rica que él, pero eso a ella no le importa. Se vieron en un paseo por los anillos de Saturno y ahí se enamoraron. Viajaron por el Sol y sus alrededores, y siguieron al cometa Halley, tuvieron su primera cita en la Luna Dios, que cursi.  Y se besaron por primera vez en Neptuno. 

Ahora Caterina sufre de cáncer de piel. No es que la medicina en esos momentos no curara el cáncer, sólo que ella es muy débil físicamente. Teodoro siente que debe viajar más allá del espacio para encontrar una civilización que lo ayude, pero es muy tarde. Caterina se ha negado a vivir más y Teodoro siente que no es justo para él, que de nada sirvió que la Fortuna le sonriese con tal mujer y su belleza, para que esta falleciera de manera horrible.

Ahora Teodoro va saliendo del Hospital, en shock por la reciente muerte de Caterina. No puede creer que venía su noveno aniversario y este le iba a pedir matrimonio, o como le dicen "Cadenas Espaciales". Antes eran terrenales, pero ahora las leyes cambiaron, no puedes ser infiel incluso en el espacio. Ya va por ser una Ley Universal, piensa Teo. 

En Plutón el frío es intenso, si no fuera por las máquinas de las minas que producen inmensas cantidades de calor no sería posible la colonización. Teodoro siente cómo su piel se congela, incluso dentro de el traje espacial, que es de cuerpo completo, no llega a proteger la piel. Ahora mismo se dirige a una región en Plutón que no tiene un rastro de humanos a 100 km 2 a la redonda (Plutón es bastante pequeño). Aunque esto basta para el propósito de un hombre, ahora sin la única razón que tenía para vivir. 

Teodoro ve cómo se enciende aquella estrella que apañó con sus destellos de luz a las noches en su barco espacial, con mucho cariño a Caterina y a Teodoro. En una zona donde no llega la luz solar con suficiente fuerza, Teodoro se va congelando dentro de su traje y su nave. 

Esta misma trata de calentar a cualquiera que esté adentro y a sí misma. La nave siente que algo no va bien mientras se pierden sus controles, trata de navegar de vuelta a un puerto espacial, a tierra alienígena, de volver hacia Caterina y el calor de las máquinas, pero no puede, también muere poco a poco. 

Teodoro acaba de morir congelado, en el lado oscuro de Plutón, por amor. Ahora se encuentra camino a una estrella  desconocida, la última morada jurada por dos almas enamoradas. 

Fin. 





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