Reuniones (Dichas Nrº2)

Se hace de noche, la luz comienza a caer y los colores del día, como dando el último suspiro de su vida, comienza a deslumbrar en todas partes, las personas en su rumbo, perdidas, confundidas, sufriendo, se dan un momento para dedicarle un minuto al cielo, a las estrellas nacientes, a la Luna y el Sol juntos, siendo el Astro el dueño del momento. 

Me siento terrible, como si estuviera en otro tiempo, como si las cosas hubiesen quedado estancadas, pero al mismo tiempo, estamos bien, mi familia está bien, Yo estoy bien y tengo a un amor, ¿Pero esto es real? 

Tengo una fiesta. ¿Qué más puedo hacer en vacaciones? En estas vacaciones tan frías, tan normales, tan sin sabores y sin desamores, estoy aburrido y comienzo a pensar en mi otro yo. Ese que sufre lejos de la civilización y con problemas para las aventuras, ese que le encanta la moda y la superficialidad de esta vida. Yo soy tan diferente, en pleno corazón de la ciudad, cerca de todos y cerca de lo que quiero. De mis amigos y la no-felicidad. Espero a mis compañeros de clase y demás mientras el dióxido de carbono de los abundantes autos entra por las paredes, la ventanas y la puerta, mancha la fachada como sombras la noche y lo único que puedo hacer es que vengan, que deseen estar aquí, bebiendo el elixir de la vida, aspirando las nociones de la lujuria y expulsando la materia infinita. Alcohol, cigarrillos, baños limpios para los vómitos que no faltaran y su agresivo olor.

Ya van llegando. 

Uno a uno mis amigos a través de la ciudad van pensando cuál será el elogio a sus suéteres, a el olor de sus perfumes y la embriaguez que le causaran a alguien especial. Los edificios, altos como ningunos, cubren con nebulosas espesas las aceras y el asfalto, y los jóvenes buscando amparo, dóciles, se encargan de apresurar sus pasos a través de ellas, como venados en los bosques de las montañas, se encargan de llegar seguros y frescos, seguros y frescos. Poco a poco los autos se van volviendo más, y las personas, menos. Las pocas que quedan admiran las calles desoladas, uno que otros transeúntes con miradas fijas hacia adelante se cruzan en sus caminos, el xenón de la luz en los autos se vuelve exquisito para el momento, esperan tu mirada de apreciación, de envidia. ¿Cómo no preferir esto? ¿Cómo no preferir estas historias a un lugar propio? A algo que sólo yo entiendo.

¡Cómo los espero!

¿Cómo los espero? Ahora, en este momento me siento confundido, mi mente viaja a otras partes, a donde he ido yo, solamente yo, y las cosas se vuelven escasas, la vida y alguna que otras cosas. La puerta suena, ¡Ya van llegando! ¡Justo a tiempo! Son las 6:49PM. Me pregunta cómo está, él, es el primero y ella aún no llega, ¿Debería estar feliz esperando algo? Bueno, qué más da. Me echa unos cuantos piropos y yo no le presto atención, cuando llegara el primero, cuando llegara el primer visitante tendría el derecho, el de mi mamá; me dijo que podía agarrar unos cigarrillos, la bebida y brindar con el que sea, que la víspera de las destrucciones estúpidas llegaba, que la casa era nuestra y la ciudad, en su bullicio, no se enteraría jamás de las cosas que sucederían en esa fiesta, ¡Qué horrible fiesta! ¡Ya todos llegaron!

Poco a poco el alcohol y los cigarrillos van haciendo efecto, cerramos las ventanas y el tragaluz a cielo abierto lo abrimos, todo esto con tecnología suficiente para no romper nada con nuestras manos. Se ve la noche, estrellada, ¿Estrellada? Si las luces en la casa, todas esas luces inútiles de colores no sirven, no te dejan ver las verdaderas luces, pero eso a nadie le importa. Total, sólo yo pienso en el cielo mientras estoy acostado en el piso, embriagado y todos los demás no me prestan atención, mucho mejor.

¡Qué puedo decir de los que están! Los adoro a todos y cada uno de ellos. Aunque mis padres no estén, porque hayan deseado dejarme a solas con mis penas, mira que en este momento no los extraño para nada, puedo mantenerme solo, disfruta el mear solo y comer solo, eso es en todo lo que pienso. Ah, y no atender la puerta si van a tocar. Mis compañeras y mi novia me miran, se ponen a mi alrededor, me sofocan, tocan varias veces mi suéter y me llaman por mi segundo nombre, odio eso, los odio a todos. Les digo que estoy bien, que es el alcohol que está haciendo efecto, miro la hora; son las 10:30PM, pero me sorprendo, le pregunto a Caterina. Me dice que esa es la hora, no escuché bien por la música alta, el bajo de las canciones hace que alucine en ciertos momentos, le digo a mis compañeras que estoy bien, una que otra me mira de reojo y no presto atención. Abrazo y beso a Caterina en los labios, suavemente, para que sepa que en ese momento la deseo con todo mi corazón, pero no para eso, sino para contarle sobre lo que me sucede, quiero que esté conmigo. Ella sólo me devuelve el beso, su escaso sudor y su cuerpo candente me dicen otra cosa, finjo. Ella me da mucho más alcohol a pesar de cómo estoy, de cómo me ve ella, no sé decirte.

La fiesta comienza a aturdirme, las hormonas están en el aire, las botellas de licor suenan mientras varios caen a su alrededor, amigos insolentes, que quiero, adormecidos por el alcohol; las colillas están sembradas en ese suelo, el que había pasado inalterable mucho tiempo, de cemento, pulido, verde por productos para la belleza, verde porque tiene vida, como yo, como lo que me queda por vivir. Mis amigos comienzan a sudar mucho más, esto parece un club nocturno, podrido y con gusto, es perfecto. La casa con cuatro cuartos y tres baños es una belleza, me dicen todos, que la casa es alargada, me dicen todos. Ese tipo de conversación que surge cuando queremos vernos fuertes ante todos, que el alcohol no nos afecta, Caterina me abraza mientras respondo estas caricias a mi ego. Que tontos.

El hombre comenzará a ser dominado cuando se deje llevar por los elogios de otros y aumente su ego.

Ya todos no soportan, comienzan a besarse, en pequeños muebles, en las sillas, en el recibidor, en la cocina mientras preparan sus tragos, el ritmo de la música determina nuestros pensamientos. Yo no sé qué pensar, de nuevo. Me siento triste y pienso, estúpidamente, en emociones, de esas que dije que jamás llegarían a mí mente. Sombras ensangrentadas en lo profundo de mi mente, dicen; lo que añoro, una voraz muerte venida desde el cielo, el que pertenece a todos los que rodean mis cosas, y las usan como si nada, rompiéndolas.

Son las 2:00AM, el tiempo de las fotos ha pasado, de esas que casi nadie sabrá, pero que todos sabrán. Aún hay personas besándose, otras usando los cuartos mientras me dispongo a realizar lo mismo que todos; bailar, emborracharme hasta perder mi consciencia, cantar esas canciones que todos cantan, pegar mi cuerpo al beat de varias, de mi novia; de las que desean el no sé qué. Mi suéter, uno de los mejores, comienza a producirme calor. No puedo imaginarme una noche como esta, jamás y nunca pensaría que iba a ser presa de la construcción social que apresa la mente de todos los jóvenes, de la cultura de la facilidad, de perseguir los sueños muy de pronto, apresurar las copas de la vida, hacer en 10 años los que nuestros padres hacían en 15 o más. De disfrutar hasta no saber qué espera más allá después de las fiestas, de las canciones, de la moda, y la destrucción del amor. ¡O eso será lo que pienso yo! Que esto lo que vivimos no es una mera coincidencia, es una ilusión, estamos dormidos, yo estoy dormido, tú estas dormido en este momento, embelesado con demasiadas cosas de las qué ocuparte, y no sabes que en realidad todo está siendo destruido a tu alrededor, en el mundo, tus padres y la sociedad, todo se va al diablo mientras que a nosotros, los jóvenes, nos incitan a disfrutar en nuestras casas, resguardados, del asesinato, de la muerte, como una contención semántica, de pura filosofía. Que la muerte se quede en nuestras casas.

Por alguna razón, yo comienzo a delirar, y pienso las formas en qué relataré todo esto, pero mi realidad se distorsiona, el alcohol me hace besar una que no es mi Caterina, el cigarrillo raspa mi garganta, el vómito se anuncia. Finaliza una fiesta.

Hora del Lobo 

No pienso demostrar nada con esto que estoy escribiendo, ni con lo que estoy relatando, lastimosamente a esta hora me encuentro lúcido guardando estas escenas en mi mente y lo que quiero decir, seguro no podré capturar en mis palabras la esencia de lo que quise hablarle a ustedes. No estoy en contra de lo que estoy haciendo, lo disfruto. Una casa para jóvenes, que esté sola, con suficiente alcohol y música a todo lo alto es lo que necesitamos, lo que se necesita. Ya sabes a qué me refiero. Lo demás, está sobrando, la esencia de este mundo, exactamente en esa de la que formo parte, se está desvaneciendo, no me preguntes cuál porque no sabré responderte, tendría que acercarme y a la vez, alejarme de todo lo que intoxica nuestro pensamiento actual.

La forma de cómo nos vemos en momentos estos, en fiestas, reuniones secretas, sin nuestros padres, nos dice un poco de lo animal que llevamos dentro. Lo que yo aprecio es la imagen de esta vida, que ojalá nunca se vaya de mí, porque yo, jamás me iré de ella. 


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