Cuatro de corazones (Una vida y el póquer)

Caminaba realmente, lo hacía.

En mi mente soy un invalido, y así siento que todo el mundo me ve, pero pienso tanto y sueño tanto a la vez, que ya no distingo la realidad de lo ficticio, además, ¿Qué es ficticio?

Caminaba realmente al lado de unos amigos, uno recién conocido, y otro, bueno, otro más que ha sabido de mí, y ha visto mi discapacidad. Venía borracho, como siempre al estar cerca de mi casa.

No puedo evitar mirar hacia abajo cada vez que camino pensando en alguien especial, cualquiera que ocupe un lugar en las entrañas de mi corazón. Aquella entraña, tan fea y desdeñosa del mundo real...

Pensé en corazones por casualidad.

Y no me encontré con tal carta hasta muy entrada la noche. Casi llegando a la hora del lobo, deambulaba junto a otra alma solitaria, abandonada, odiada, en busca de paz. Y no pude evitar sentirme solo ante la inmensidad de la oscuridad, de la soledad. Creí fundirme con todo a mí alrededor: Los hogares, el cemento, el asfalto, los faros de luz, luces de navidad a finales de Enero y su frialdad, no pude, Dios, no pude.

Sentirme enfermo fue lo único que pude hacer, imaginar y sentirme enfermo. A punto de vomitar todo en mí, y desaparecer frente a todo, y a la vez, nada. Pero había algo más que simples sentimientos, banales para cualquier humano, pero tenebrosos y escarpados con zarzas de metal ardiente; sensaciones de mi profundo ser, atormentándome como si no hubiera fin, atormentándome, haciéndome olvidar incluso el principio de todo. Pero es algo bastante confuso, y será para otra ocasión comentar el principio del no final.

Caminaba realmente, lo hacía.

Pensamientos de sangre y mortíferos humanos me acechaban, hablaban el lenguaje de la muerte misma, aquella que sólo se expresa con mudos movimientos de la boca, y salobres miradas, profundas y aún así, con un final.

Sentí esto mientras estaba acostado en un banco de un tal parque cercano a mi casa, sentí esto mientras pensaba en lo solo que había estado últimamente. Mentiras, bebida, tabaco, mi corazón destrozado por todos los daños que le hice a alguien, que me lleve el infierno.

Y me encontré con un cuatro de corazones, que risa me daba ver esa carta ahí.

¿Yo no te había visto hace ya, cuatros años?

¿Viniste, desde otro lugar, a llevarme?

¿No pudiste?

Aún...

¿Me ama?

Al otro día, un cuatro de corazones había desaparecido, quizás alguien le encontró, y curiosamente se lo llevó a otra parte, pero más curioso es que ese cuatro de corazones sólo lo vi yo, en dos ocasiones, y en dos ocasiones señalaba el comienzo de algo, algo que simplemente no puedo explicar, pero que quisiera de nuevo que fuera un amor, un amor bello pero desamparado a la vez, por todo lo que llevo en mi interior.


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