El lugar (Exquisito pesar Nrº2)

Para aquellos placeres que no son tan exquisitos. 

No dejo de pensar que un dèjá vu me ha estado siguiendo y atormentandome para así ver mi sufrimiento, no puedo explicar por qué sigo teniendo la sensación de que vivo en otra parte o que aun me queda un camino que me llevará mucho más lejos de donde quiero realmente estar.

Mi mente se ha visto privada de aquellas ilusiones con mi único amor, el único que he tenido y perdí por la desgracia que me rodea y la inconfundible marca de una personalidad para nada bien. Pues me veo en la necesidad de seguir pensando para no dejar de existir, aunque sea así me sigo sintiendo vivo en algunos casos, pero estoy perdido entre un mar de personas que no son lo que quiero, pero al final, nada de lo que quieres está a tu alcance.

Una de tantas noches en las que dejé de pensar tuve un sueño de esos que al relatarlo parecería algo tan normal, pero yo estuve ahí, y ahí, es un tormento...

Tenía de nuevo 13 años, empezaba el Liceo y aún no me había completamente enamorado de una chica que me parecía especial para ese momento. No había nadie en mi casa, pero se oían de a cada rato las conversaciones de mis padres y los golpes en las paredes de mis hermanos jugando qué se yo. La casa estaba completamente iluminada a lo largo y ancho, pero se sentía una farsa en todo aquello. ¿Por qué caía la bendición solar a través de aquel gran tragaluz pero aún así cada bombilla se esforzaba por dar luz a aquellos espacios? Mi sueño solo empezaba y yo era todo un prisionero. Al fin y al cabo estaba yo solo, uno por uno, la presencia de mi familia se fue desvaneciendo en un mar de pensamientos alegóricos y en series de números a través de mi consciente, quería que se quedaran porque ahí en ese mundo, eran lo único que tenía.

Como cualquier otra casa, se componía básicamente en cuatro paredes si la resumimos en un modelo de dimensiones relativas. Hay que destacar que cada una de esas pares contenía por lo menos un par de ventanas, pero estas mismas estaban lejos entre sí. Y afuera de ellas, nada. Absolutamente nada. Mi vida se componía de un miedo a lo que estaba fuera de mi hogar, pero esa costumbre cambió en mí, dudo mucho que haya sido un retazo de algo pasado, me pareció más bien una amenaza de mí mismo, una de esas amenazas que te dicen que si realizas un movimiento en falso, vas a morir. En las ventanas se acercaba a mirarme de reojo una cara que me parecía demoníaca y a la vez tan llena de estética humana, si aquella persona hubiese pasado a mi lado en pleno centro de la ciudad, la hubiese reconocido en otra parte que me encontrara, pero ahí, esos ojos no tenían un lugar donde posarse, eran simplemente unas herramientas más para lo siniestro e incomprendido: Lo que escapa a nuestros ojos y oídos.

Todo es temporal.

Pero ahí, cerca de tus pensamientos, esos que están incrustados en el fondo de tu mente, no sabes qué hacer, y no sabes cómo disfrutar de las mieles psicológicas y si lo haces, no sabes cómo escapar de ellas, como yo.

Disfruté en ese mismo sueño, la muerte. Me despertaba y agonizaba instantáneamente con mi corazón y mi cabeza casi que explotando por la tensión alta, pero dentro de ese sueño sentía miradas que dolían como agua oxigenada en una herida abierta e infectada, aunque lo disfrutaba con cierto placer, saber que allí mismo la muerte era igual a mí, y que no tenía la forma en hacerme sufrir más de lo que ya lo hago. Continuo.

En las ventanas se acercaba una luz tenue, un sol en decadencia anunciaba la salida de la noche, porque ahí la noche era el día, y viceversa. La mente vuela en tales casos, y no podía sentir afuera algo más que no fuera el Astro mismo, todo estaba vacío. Esto me causaba un pánico enorme, de esos que sientes al estar en un tiroteo e intentar buscar un lugar seguro mientras esto sucede. Era un acantilado mental, llamándome a un ACV o a un paro cardiaco, con excusas de haber bebido en exceso esa noche. No puedo pensar incluso en este momento qué fuera de mi si no hubiese pensando en Caterina y su hermosa piel para recordarme que aun sigo vivo. Me golpeaba las sien mi tensión tan alta, pero seguía soñando... Una mano cercenada, uñas de brujas, una antigua casa colonial donde un ritual de la Fortuna se había llevado a cabo, una fogata con sus cenizas eternas se elevaban y permanecen incrustadas en una pared en pleno 2011 y 2016, alterando las líneas del tiempo y el Tiempo mismo, llevándome al borde de la locura, y no sé cómo sigo escribiendo esto con tanto sentido, procuro hacerlo al pensar que cada noche me espera en cada ventana y en el suelo, la Locura misma, auspiciada por mi Fortuna que me odia tanto.

Sensaciones de un techo infinito con hojas de papel periódico que contenían poemas que guardaba en mis notas para recitarlas a mi único amor, haciendome prisionero de una dolorosa celda donde las miradas de soslayo son las que arden en mi corazón como agua oxigenada en una herida abierta e infectada. Soy un niño, por favor ¿Qué esperas de esta casa? ¿Algo más?

Pues yo sí, y lo recuerdo perfectamente.


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